martes, 3 de enero de 2012

Crítica: El Guión - Robert McKee

La escritura también se trata de un proceso creativo, sobre todo cuando damos nuestra opinión respecto a algo en concreto.
Hace unos meses me encomendaron la tarea de leerme el libro de El Guión, del gran Robert Mckee, para, posteriormente, hacer una crítica del mismo. He aquí el resultado:




Si algo he sacado en claro tras leer el libro del Señor McKee es que la vida que vivas definirá las historias que cuentes. Si eso es cierto, creo que mi vida podría ser perfectamente exprimida para crear su propio jugo dramático. Mi familia y amigos cercanos servirían como una fuente inagotable para la creación de distintos  y curiosos personajes, mi madre sobre todo… Vivir en un hotel restaurante supongo que también serviría para imaginarme numerosas y complejas historias sobre aquellos que lo visitan.

Todos pasamos momentos difíciles y momentos alegres. Con esto quiero decir que McKee me ha enseñado que todos tenemos una vida en la que poder inspirarnos para contar historias o para inventar unas nuevas relacionadas con eso que hemos vivido. No voy a escribir todo sobre lo aburrida, dramática, graciosa, interesante o absurda que mi vida puede ser por momentos, pero he hecho un resumen muy breve de mi vida como introducción de mi comentario crítico porque McKee le da mucha importancia a la propia vida del guionista como fuente de inspiración para sus historias. Sin las experiencias que vivimos, no somos nada… Sin embargo, mi vida no es la protagonista de este comentario. Sin duda alguna, yo me sirvo de ella para escribir de la forma en la que escribo y, como un guión es, en parte, la vida del propio guionista, creo que es importante saber un poco sobre la mía.

El Guión. Partiendo de conceptos básicos, McKee muestra en este libro el misterio de las estructuras, explica las características de cada género, define la importancia de la ambientación, la diferencia entre la caracterización y la realidad de un personaje… en suma, todo aquello que hace que un guión destaque por encima de los demás. Este libro es el verdadero protagonista de este comentario, al igual que su autor ya que, sin Robert McKee, nos habríamos perdido historias tan grandes como las que se cuentan en El color púrpura, El hombre elefante, Forrest Gump, Gandhi, Un pez llamado Wanda, entre otras.

Al tener McKee tantas buenas y conocidas historias a sus espaldas, es imposible criticarle. Por lo menos en su labor como guionista. Queda demostradísimo que es un experto en la materia de los guiones, así lo refleja su obra y  también sus aprendices que, según me he informado, han ganado innumerables premios EMI y Oscars. Sin embargo, en este libro McKee da su opinión sobre muchas cosas y como todo lo que es “bueno” o “malo” para alguien es muy subjetivo, también es muy criticable. En las siguientes páginas hablaré sobre algunas de las ideas que comparto con el autor, sobre otras que no comparto y sobre su forma de escribir esta obra, El Guión.
Una de las pocas cosas que no me gustan de este libro, por no decir la única, es la forma en la que está escrito. Me encanta el hecho de que esté estructurado por partes, que dentro de esas cuatro partes haya varios capítulos y que, dentro de esos capítulos, haya divisiones y subdivisiones que agilizan el proceso de aprendizaje de los contenidos. Lo que tengo que criticar es la forma que tiene McKee de utilizar un vocabulario muy técnico en ocasiones. Esto ha conseguido que, en partes, el libro resultase muy pesado de leer y digerir. Me parece un punto a criticar porque, al leer otras partes del libro en las que McKee explicaba el desarrollo de su teoría en forma de historias que le habían sucedido o comparándola con guiones de otras películas, conseguía captar mi atención al vuelo.
Sé que es inevitable caer en tecnicismos y etiquetas cuando tratamos una materia y queremos ser claros sobre la misma pero, si Robert McKee consigue que sus explicaciones sean completamente comprensibles con un simple ejemplo, ¿por qué lo intenta complicar previamente poniéndose científico? Entiendo que, además de demostrarnos con ejemplos que lo que cuenta es así, su tarea también consiste en señalarnos cada uno de los aspectos del guión que debemos de tener en cuenta si queremos que el nuestro se diferencie del resto y que, al tratarse de un libro teórico, su contenido no tiene por qué ser fácil de digerir. Supongo que, más que criticar su forma de explicarse, critico mi lentitud mental para procesar todos los contenidos que el autor plantea. Al estar expuesto a esta lluvia de términos (acontecimiento narrativo, valores narrativos, el triángulo narrativo, nivel de conflicto etc.), me resulta imposible asimilarlos todos, lo que supone unas inevitables sucesivas lecturas. Nadie dijo que escribir guiones fuera fácil, ¿no?
A pesar de la crítica que he hecho sobre la gran cantidad de terminología que hay que asimilar en el libro, hay algunos términos mucho más básicos que debo agradecerle al autor que haya mencionado. Por ejemplo, siempre he tenido muchas dudas sobre las diferencias entre los términos escena y secuencia, y gracias al Señor McKee me ha quedado muy claro que una escena es “una acción que se produce a través de un conflicto en un tiempo y un espacio más o menos continuos” y que una secuencia es “una serie de escenas –habitualmente de dos a cinco- que culminan con un mayor impacto que el de cualquier escena previa”.
“No basta con tener talento literario. Si no se puede contar una historia, todas esas bellas imágenes y sutilezas del diálogo a los que se dedican meses y meses de perfeccionamiento sólo malgastan el papel en el que están impresas”. Pienso que esto que McKee nos plantea es importantísimo de asimilar. No basta con saber escribir bien, para crear guiones es necesario poseer el don de saber contar historias. Y me refiero a ello como un don porque, como el autor nos dice, “no existen recetas para la escritura de guiones que garanticen el punto de cocción. La narrativa es demasiado rica en misterio, complejidad y flexibilidad para reducirla a una fórmula”. Lo que quiero demostrar con esto es que, es cierto, no existen reglas ni pautas a seguir para crear un buen guión, la única regla que existe es: saber contar una historia. Y para saber contar una historia es necesario poseer ese don. Al fin y al cabo, saber contar una buena historia es cuestión de arte, no de estudio. Se pueden usar paradigmas, como el de Syd Field, que nos ayuden a saber estructurar nuestra historia de forma que adquieran un buen ritmo para no aburrir a los espectadores, pero nadie tiene la fórmula exacta para contar una historia. Es mucho más importante saber contar una historia trivial a contar una historia profunda si, esta última, se cuenta de mala manera.
Me gustaría resaltar otra de las frases con las que McKee nos deleita a lo largo de esta obra. Me parece que, con toda la expectación alrededor de la, relativamente nueva, tecnología 3D, muchos van al cine preocupados por los efectos especiales y el nivel de interacción con la película más que por la historia per se. Así que cuando McKee nos dice que “cada diez años, aproximadamente, la innovación tecnológica produce un enjambre de películas mal contadas que tiene el único objetivo de explotar el espectáculo”, no puedo pensar en otro tipo de películas que aquellas hechas por y para las tres dimensiones, sin preocuparse por elaborar una gran historia. Un ejemplo clarísimo de esto que dice el autor es la premiada Avatar, de James Cameron. Este film contiene unos efectos especiales inigualables, pero una de las críticas más unánimes fue su falta de hilo argumental, su historia común y facilona. “La estética de una película es el medio de expresar el contenido vivo de una narración, pero no debe convertirse jamás en un objetivo en sí misma”. Creo que, justamente, fue esto lo que le pasó a Avatar, y me parece curioso que, a pesar de que McKee escribiese este libro en el año 1997, las cosas que dice (como lo de la innovación tecnológica) sigan vigentes casi quince años después. Es tal el boom del cine en 3D que van reestrenarse películas antiguas con esta innovación. Por ejemplo, Titanic, que tras su éxito comercial en cartelera hace ya más de una década, vuelve en 3D. Como Titanic, volveremos a ver una docena de películas Disney convertidas al 3D para el deleite de todos aquellos que disfrutan con estos efectos especiales.
Dejando atrás aquellas frases del autor que me han hecho pensar y reflexionar, que son muchas más de las que he citado anteriormente, me gustaría centrarme en la parte de la obra que, personalmente, más me ha llamado la atención: Estructura y personajes. Para mí, esta es la parte del libro que merece destacar sobre las otras. Nunca he escrito un guión, he escrito otras cosas pero, siempre que leo un buen libro o veo una buena película, me pregunto: ¿cómo conseguirán estos guionistas elaborar personajes tan reales y curiosos?
En el libro, McKee nos deja muy claro que ambos, trama y personajes, son igual de importantes para que nuestro guión funcione, sin embargo, yo siempre he sentido más curiosidad por los grandes personajes que por las grandes historias. Quizás, porque considero más difícil elaborar la personalidad de un personaje ficticio con el que el público pueda sentirse identificado, que el inventarse una buena historia. Sea por lo que sea, crear personajes reales y creíbles siempre me ha parecido algo difícil de lograr, y esa admiración que sentía hacia aquellos que lo conseguían, ha hecho que preste especial atención a este capítulo. Me ha resultado interesantísimo cómo puede cambiarse toda una historia, dándole un giro a la verdadera personalidad de un personaje, como también me ha impresionado el ser consciente de que, si cambiamos la personalidad de un personaje a mitad de nuestra historia, probablemente tendremos que cambiar muchas cosas desde ese punto, hasta el principio de la historia. También me ha resultado importante averiguar las diferencias entre la caracterización (cualidades observables de un ser humano) y el verdadero carácter del personaje y cómo, jugando con ambos elementos, podemos crear situaciones increíbles. Creo que este capítulo del libro me ha servido para sentirme seguro a la hora de aventurarme a escribir un guión y a imaginarme situaciones que podrían servir de inspiración para futuras historias.
Por ejemplo, siempre he tenido en mente la idea de hacer una película basada en la vida de mi madre. Mi madre es una señora un tanto difícil, parece que tiene aires de estirada, de engreída, que es prepotente… A veces, su boca le pierde, y dice cosas que quizás no piensa, pero acaba diciéndolas por la situación en la que se encuentra, por la presión de la situación. Yo, siendo su hijo, puedo entender muchas de las reacciones que ella tiene porque sé que su (difícil) pasado ha tenido mucho que ver en su presente, pero mucha gente sé que no la entiende, ni podría hacerlo. Al pensar en hacer esta película, basada en la vida de mi madre, Victoria, todo me resultaba fácil de imaginar y de pensar: una historia dramática, un entorno familiar hostil, su nombre como título de la película, la ambientación podría ser, quizás, en otro siglo, para que los valores tradicionales que Victoria rompe creasen situaciones todavía más impactantes… Pero siempre me atascaba en una cosa: ¿cómo voy a poder demostrarle a los espectadores que Victoria, aún pareciendo frívola, prepotente, calculadora y manipuladora, es una persona con buen corazón? Entonces, McKee me iluminó con la siguiente frase: “no importa lo que digan, no importa cómo se comporten, la única manera que tenemos de conocer a los personajes a fondo es a través de sus decisiones cuando están sometidos a presión”. Gracias a esta frase de McKee, he empezado ya a escribir mi primer guión, el de una película titulada: Victoria.
Al releer los comentarios que he hecho al margen del libro, y de las cosas que había subrayado para criticar al autor, me he dado cuenta de que he querido contradecir insolentemente a McKee por el simple hecho de que parece tener razón en cada cosa que dice, y es que la tiene, o eso creo yo. Por ejemplo, subraye lo siguiente: “una historia bien contada nos ofrece aquello que no podremos obtener de la vida: una experiencia emocional con significado. En la vida, las experiencias adquieren significado cuando reflexionamos,  con el paso del tiempo. En el arte, tienen significado ahora, en el mismo instante en que se producen.” Subrayé esto, y al lado puse que esta es su opinión respecto al arte, que no tiene por qué ser así. Pero, tras analizar bien la frase, no veo que pueda criticarle porque opino exactamente igual que él. Podemos poner como ejemplo el tan universal sentimiento del amor. Cuando una persona a la que queremos nos hace daño y se porta mal con nosotros, nos cuesta abrir los ojos y darnos cuenta de que esa persona no merece nuestro tiempo ni nuestra atención. Para darnos cuenta de esto, es necesario el paso del tiempo, como dice Robert McKee. Por el contrario, si esto lo experimentásemos en una película (una manifestación artística) que contara bien una historia de amor no correspondido, sabríamos sobre la marcha lo ingenuo y el poco amor que tiene sobre sí mismo el protagonista de la historia que estamos viendo. Además, aquí McKee menciona la palabra arte. El arte es un término que abarca muchas cosas, y si Robert McKee dice que en el arte las experiencias emocionales tienen significado en el mismo instante en que se producen, habrá que creerle. Más que nada porque el es un afamado guionista y yo soy un simple estudiante, solo por humildad he de reconocer que es más que probable que Robert McKee sepa más sobre arte que yo.
Otra de las cosas que querría resaltar sobre este libro, es la maravillosa filmografía que Robert McKee deja a nuestra disposición en sus páginas finales. Cada película es mencionada, al menos una vez, para usarla como ejemplo de algo que McKee nos cuenta. Esto nos sirve, no solo para corroborar que lo que analiza el autor sobre X película es tal y como lo ejemplifica, sino que podemos usar cada uno de los títulos de estos Films para analizarlos con todos los conceptos que McKee pone a nuestra disposición en las páginas previas a esta filmografía.
Al final del libro, en el fundido de salida, el autor hace una bellísima metáfora comparando el miedo que tienen algunos guionistas a que la teoría de este libro, como la de otros muchos, dañe su espontaneidad a la hora de escribir, con la fábula del milpiés que, al plantearse, al ser interrogado por otros animales, cómo es posible que sea capaz de coordinar todas sus patas, se queda hecho una bola sin poder moverse, paralizado por el miedo. Pero no nos asustemos, ésta, como toda fábula, tiene un final con moraleja. Y es que el milpiés, tras sentirse bloqueado por la presión que los otros animales ejercían sobre él, riéndose por su torpeza después de preguntarle cómo caminaba como lo hacía, adquiere el valor y el conocimiento que le hacía falta para, en vez de caminar al mismo ritmo sistemáticamente y por inercia, poder correr, saltar y pasear tranquilamente.
Lo que esta moraleja nos enseña o, por lo menos, lo que a mi me ha enseñado, es que no se puede vivir queriendo dedicarse a algo sin cuestionarse cómo se hace. No se pueden escribir buenos guiones sin tener conocimientos sobre otros guiones y sobre la forma en la que estos se escriben. El conocimiento no mata nuestra espontaneidad, sino que la alimenta de forma en que podamos utilizarla para crear mundos únicos de “poder y maravilla”, como dice el autor. Cuando no sabemos cómo hacemos lo que hacemos, nos morimos entre nuestros malos hábitos de escritura sin poder sacarle a la vida que nos sirve de inspiración, ese jugo dramático del que hablaba al principio de este comentario.
Quiero ser franco porque creo que al final se trata de eso, de la sinceridad. Cada libro que lees, al igual que cada película que ves, si tienes suerte, cambia ligeramente la percepción que previamente tenías de algún aspecto de la vida. Eso me ha pasado a mí con el libro de Robert McKee. El Guión me ha servido como le sirvieron las burlas del resto de los animales al milpiés para tener total control sobre sus andares. Gracias a El Guión me siento mucho más seguro de mi mismo como escritor, y me ha dado el valor para empezar a escribir mis primeras ideas sobre papel.
Hacía tiempo que no sentía tanta curiosidad por algo, ni siquiera por la carrera que estudiaba, todas las asignaturas me resultaban inútiles. Quizás este libro haya sido la recompensa tras 2 años de sentirme sin rumbo. Por fin el timón del barco de mi futuro vuelve a funcionar, y creo que me encamina rumbo a la escritura. No soy de esos grandes amantes del cine que se saben los títulos de todas las películas que han visto, ni los nombres de todos los actores, guionistas, directores y productores. Soy, más bien, de aquellos a los que le gusta disfrutar de una buena película en el cine que, al final, recordaré si sus personajes me cautivaron y su historia me conquistó. Como no podía ser menos, me sé el nombre de algunos de los directores más importantes del cine (Tarantino, Spielberg), al igual que el de algunos actores que han hecho historia en el cine.
Lo que quiero expresar es que, El Guión, ha conseguido desatar en mí la chispa que me faltaba para poder entender las películas desde otra perspectiva, con otro punto de vista que me hacía falta descubrir para recordarme por qué elegí estudiar Comunicación Audiovisual. Aunque creo que todavía me faltan unas cuantas lecturas más del libro “hasta que el dominio de sus principios me resulte tan natural como el talento con el que nací”.
En definitiva, El Guión me deja un muy buen sabor de boca. Muchas veces siento miedo cuando nos obligan a los estudiantes a leer libros sobre los que, más adelante seremos cuestionados. Miedo, porque no sé si me gustarán; miedo, porque no sé si los entenderé. He de reconocer que, de primeras, tenía miedo de leer este libro. No sólo por si no lo entendía o por si no me gustaba, sino por si no lo acababa. Es un libro bastante largo y, aunque, como ya dije al principio, tiene partes bastante pesadas, se deja leer muy bien. Sobre todo si tienes especial interés por lo que estás leyendo, lo que es fácil tener si has escogido la asignatura de Guión de Cine por placer, como yo.
Ya no siento miedo a expresarme, a escribir. Ahora sé cómo debo hacerlo y qué debo tener en cuenta para hacerlo mejor de lo que creía que lo hacía. A veces estaré perdido entre tantas ideas, pero como bien dice Robert McKee: “Pocas veces sabemos adónde nos dirigimos: escribir es descubrir”. Yo, gracias a esta gran obra, me he descubierto a mi mismo.

Julián Yanes Angulo

5 comentarios:

  1. Me has dado ganas de leerme el libro con tu entrada!

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  2. Una crítica elocuente, que llega al corazón del lector. Navegas en los comentarios como una gran barco en el mar. Sin haber leído el libro, tengo la sensaaón de haberlo hecho. Genial

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  3. Le voy a pedir a los Reyes Magos este libro. Me han dado muchas ganas de leerlo, gracias a tu fabuloso comentario

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  4. Esta entrada la debería felicitar hasta el propio Robert Mckee

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  5. Que ganas de leer este libro! Excelente comentario

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